
En la jungla central australiana las tribus
aborígenes convivían con los dioses, que les cuidaban y castigaban. El dios
primigenio de la naturaleza y las estrellas, Otoroqo, reinaba sobre todos pero
su hijo, el ambicioso Lariku sentía una terrible envidia de su padre y era
capaz de hacer cualquier cosa por conseguir el poder. En una de las tribus
vivía Banua, una joven que vivía aterrorizada por unos poderes de curación que
no debía poseer.
Una mañana Banua salió de su tribu después de haber
revivido a una planta sin querer, queriendo tranquilizarse se acercó al río, en
él vio al jefe de su tribu,Kangalo, hablando con nada mas que el dios de las
tribus Lariku. Banua corrió a esconderse detrás de un árbol e intentó escuchar lo que decían.
-…tendrás todas las riquezas que puedas desear si
me ayudas a derrocar a mi padre, Otoroqo- decía Lariku.
-Lo sé mi señor, le ayudaré, pero, ¿cómo?
-La fuerza de Otoroqo reside en sus animales, así
que necesitaremos acabar con ellos…
- Pero, mi señor…está bien, yo
y mis hombres cazaremos a todos los animales de este lugar. –respondió Kangalo
Después de oír eso Banua salió corriendo y no le
contó a nadie lo que había escuchado.
Los días pasaron y los Guaraní se vieron obligados
a matar a todos los animales, por lo que Otoroqo se fue debilitando mas y mas,
hasta que no tuvo fuerzas para sostenerse en los cielos y cayó en el desierto,
por una casualidad cerca de la tribu de Banua.
Banua
fue la única en ver aquella estrella enorme cayendo del cielo y corrió a ver
que era. Gritó sorprendida al ver a Otoroqo, un hombre de tres metros, barba,
ojos del color de las estrellas, pinturas por el cuerpo y una enorme capa de
piel. Corriendo se arrodilló a su lado y, sin saber lo que hacía,le puso las
manos sobre el pecho y empezó a curarle. Poco a poco el dios se fue recuperando
y se pudo levantar.
En
ese momento apareció Lariku, pero Otoroqo, que había descubierto su traición
ascendió a las nubes y le tiró una piedra que le encerró, tan grande que desoló
toda la jungla y la convirtió en desierto. A Kangalo le convirtió en el primer
canguro del mundo y le condenó a vagar saltando de un lado a otro sin destino
alguno y a Banua le encomendó el cuidado de las tribus aborígenes. Es por eso
que el monte Uluru es sagrado para los aborígenes, ellos recuerdan la ira del
dios Otoroqo y oyen los lamentos de Lariku pidiendo su liberación.
LUCÍA
ELIZALDE 1º ESO B
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