Una tarde, fui a
a visitar con una amiga a su bisabuela. Ella siempre nos contaba historias
antiguas de cuando ella era pequeña. Esa tarde nos contó un hecho trágico que
pasó en el pueblo de su difunto marido. Como era el cumpleaños de él, nos dijo
que si podíamos ir al cementerio de su pueblo, para poder dejarle nuevaqs
flores.
Lydia y yo preparamos lo necesario para
viajar cuanto antes al pueblo. Cuando llegamos pensábamos que era alegre y con
mucha gente pero era lo contrario, ese pueblo estaba abandonado. Nosotras no
sabíamos donde quedarnos a dormir durante la noche. Lydia recordó al instante
un manojo de lllaves oxidadas, que la metió su bisabuela en uno de los
bolsillos.
Al pasar unas horas investigando las
calles de ese pequeño pueblo, entramos en una casa antigua, pero era bonita,
con los muebles antiguos. Nos instalamos y limpiamos unos pocas habitaciones.
Antes de caer la noche nos acercamos hacia
el cementerio, pero teníamos que pasar una puerta de color negro. Nos dimos la vuelta,
dejando detrás la puerta, nos quedamos pensando cómo poder abrirla, nos giramos
hacia ella y estaba abierta, nos preguntamos cómo se podía haber abierto ella
solo. Lydia tenía un poco de miedo, pero yo no le dí importancia, entramos en
el cementerio y le pudimos poner unos cuantos ramos de flores.
Al salir, nos dimos cuenta de algo
extraño, pero no sabíamos lo que era. Volvimos otra vez a casa, pero tenía que
volver porque se nos olvidaron las llaves. Llegamos y no había nada de los
ramos de flores, solo unas cuantas sombras misteriosas sin cuerpo. Salímos
corriendo, nos chocamos con alguien, pero despertamos en la casa de la
bisabuela de Lydia. Cuando preguntamos que había pesado nadie quería decir
nada.
MARTA GÓMEZ CUBILLAS 1º ESO B
el final esta bastante bien, y te deja con intriga
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