jueves, 10 de enero de 2019

El desván y el almacén.


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           En cuanto a lo que ocurrió a aquella noche de verano de 1984 difícil sería que me creyerais. Tan difícil fue esclarecer  la desaparición de Mr. Morrison que hoy en día nadie me prestaría atención, ni creería lo que un anciano como yo dice, pero aun así os cuento que aquella noche algo ocurrió. En aquella casa de Florida vi gato encerrado, al igual que el difunto Mr. Morrison lo vio también.
Era un día como todos el día en el que el señor en cuestión había notado algo inusual. Con relación a los famosos gritos que todo el mundo decía no oír, eran perfectamente audibles para Morrison, ¡y qué ingenuo fue pensando a principio que los gritos eran de los niños de al lado! Aquellos sonidos irritantes y que se mezclaban con gemidos de dolor no paraban, y salvo que el diablo hubiera poseído a los vecinos no podrían ser posibles. Estuvo tiempo aguantando los sonidos esos tan estridentes, pero llegó un día en el que no pudo más. Puso el vecindario patas arriba, pero no parecía encontrar de donde procedían los gritos. Entonces decidió buscar en su casa. Paso el día entero rebuscando en cualquier habitación, hueco, baño… salvo en el desván. A Morrison no le atraía mucho la idea de subir a aquel polvoriento lugar, pero por el contrario hacía tiempo que no subía a este, y quizá los niños de al lado se habían dado cuenta y querían asustarle. Sí, Morrison ya se imaginaba azotando a uno de esos engendros. En definitiva subiría al desván.
El señor se encaminó por las escaleras hacia aquel oscuro lugar. Subía por un estrecho camino linterna a mano. El sitio ese estaba cubierto de mugre y suciedad y su linterna se empezaba a ensuciar de polvo. Finalmente había llegado al llamado desván. Tanteó con la mano por la pared y finalmente logró alcanzar un interruptor. Una tenue luz se hizo brillar y aquel insólito agujero se iluminó. Ese no era su desván, no, no lo era. Todo estaba lleno de estantes que no recordaba haber colocado. Todos estos estaban llenos de pedazos rectangulares de cartón, cajas, y ahí estaba él, sin reconocer nada. Morrison murmuro´algo y se encaminó a abrir una caja, pero cuando lo hizo se arrepintió al instante. Cayeron decenas de bebés, intactos y desnudos, aùn con el cordóm umbilical. No tenían ninguna señal de violencia y estaban fríos como la roca. Incapaz de articular palabra alguna empujó otra caja, y de esta cayeron cuerpos de hombres y mujeres, intactos, pero en este caso vestidos, sin ninguna señal de violencia. Inmóvil se cayó para atrás y se apoyó en el suelo. O bien el cielo se había acabado o no sabía lo que ocurría.

Para concluir querría decir que el infierno se vino sobre Morrison. Un cuerpo de una forma u otra se irguió, y de un simple movimiento atacó a Morrison por detrás y de un un simple movimiento le giró el cuello. Después se lo volvió a colocar como si nada y metió el cuerpo en una caja. ¿Final feliz?, no lo creo. No se a donde fue el alma de aquel míster, pero si que se que el cuerpo fue a parar a una caja. Si me habéis creído probablemente os estaréis preguntando como sé todo esto, bueno, eso es otra historia...

ALONSO SEGURA 1º ESO C 

2 comentarios:

  1. Me gusta mucho tu cuento, esta muy bien escrito.Estoy deseando que escribas la historia de como el viejo sabe eso. Me ha dado escalofríos
    Juan Verde

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  2. ME HA ENCANTADO. TÍO ALONSO ERES UN CRACK Y TE ESCRIBO EN MAYÚSCULAS PARA QUE SEPAS QUE SERÍA COMO GRITARTE. HAZ UNA SEGUNDA PARTE O COMO SABE EL ANCIANO LA HISTORIA
    Martín

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