El movimiento es vida

Los alumnos de 1º B decidieron el viernes pasado el final ganador de 1º A. La afortunada fue Lucía Campo. El texto completo es el siguiente:

Cuando se despertó, su madre todavía estaba allí. Todavía le dolía la cabeza y se percató de que tenía el brazo vendado. No sabía lo que le había ocurrido y no se acordaba del pasado. Estaba tumbado en la cama y su madre sentada en el suelo. Entonces su madre se levantó y salió a pedir ayuda. Pero al salir se dio cuenta de que el pueblo estaba vacío.

Volvió a casa y se dirigió a la cocina. Abrió un cajón y sacó una bengala. Salió corriendo a la calle y lanzó su bengala para pedir ayuda. Al oír el ruido, su hijo se levantó y fue a ver lo que pasaba. Justo cuando salía por la puerta, su madre se desvaneció como un fantasma. El chico, asustado, no sabía qué hacer. Subió corriendo al desván para coger una linterna, ya que era de noche, y allí se encontró a un hombre atado y amordazado.

Asustado, salió corriendo a la calle pidiendo ayuda. Recorrió todas las calles del pueblo buscando ayuda, pero no había nadie. Cuando entraba en un oscuro callejón, el chico se encontró un cuerpo tirado en el suelo y lo alumbró con la linterna. De repente, el cuerpo se levantó. Tenía arañazos por todo el cuerpo. El chico echó a correr por la calle y se dio cuenta de que, más individuos con aspecto similar le seguían. El chico entró en una tienda de armas y cogió la primera pistola que vio.

Comenzó a disparar a los individuos que le seguían y estos iban cayendo al suelo muertos. A cada individuo que mataba, un recuerdo le venía a la mente. Lo recordaba como si hubiera pasado ayer. Se dio cuenta de que los que le perseguían no eran humanos…

Echó a correr por el frío asfalto con la esperanza de que no fuera demasiado tarde para huir. No se detuvo, y no pensaba en nada más que en correr.
Entró en la casa y puso todos los pestillos, cerró puertas, ventanas y cortinas. Él las entreabrió y se dio cuenta de que aquel siniestro grupo se había esfumado. Soltó un suspiro de alivio pero todavía no salió de su hogar con miedo a que volvieran a aparecer, y se juró a si mismo permanecer allí dentro lo que quedaba de día.
Se echó una pequeña siesta, en la que se puso a reflexionar, y recordó lo que sucedió aquel día: se encontraba en una cochambrosa taberna tomando algo, cuando, bajo los efectos de una extraña sustancia que se había introducido en unos vasos de cerveza, él se volvió loco, provocando graves agresiones a todo aquel que se encontraba. Así pues, estos se vengaron dándole una fuerte cuchillada en el brazo, que vio vendado cuando despertó. Esos seres también estarían desequilibrados bajo los efectos de ese peculiar brebaje, que, siendo él médico, ya sabía cuál era: se trataba de un potente estupefaciente que anulaba la voluntad de quienes lo consumían, y ya conocía a aquel tabernero… lo más probable era que quisiese matarlo después de no poder curar a su hija de una grave operación vida o muerte. Todas las piezas encajaban mientras él se despertaba y cogía un curioso diario en el que tomaba nota de todos sus descubrimientos, entre ellos, la cura para el efecto de esa droga.
En ese momento, vio un dardo tranquilizante en su cuello pinchado, y todo se volvía confuso.
Al recobrar la consciencia, se encontró en una vacía habitación, en la que ese hombre pretendía asesinarlo y hacerse con la cura para no desvelarla nunca. Pero en ese momento, apareció la policía y detuvo al muchacho, que fue condenado a cadena perpetua. Su madre, quién había sido secuestrada por él fue liberada, y publicó el antídoto a través del cual curaron a todos los infectados.