Al principio de los tiempos, el dios
del fuego llamado Articuno estableció su hogar en el Sol. Allí él se lo pasaba
muy bien y celebraba grandes fiestas junto a la diosa del planeta Tierra
llamada Aqualia. Ella era muy envidiosa y a veces bastante traviesa, siempre
que Articuno celebraba una fiesta se moría de envidia porque ella no podía
organizar tales banquetes. Siempre tuvo envidia, porque él al no tener
habitantes en su planeta, se pasaba por la Tierra a darles un pequeño obsequio a los
habitantes. Entonces a Aqualia no la hacía mucha gracia porque ella pensaba que
al cabo de los tiempos los habitantes de su planeta iban a elegir a Articuno
como dios.
Un día Articuno pasaba por la Tierra y allí estaba
Aqualia. Aqualia al ver a Articuno dijo:-“¡BASTA!”-. Él se quedó confuso y no
pudo reaccionar. Aqualia siguió hablando y diciendo cosas sin sentido. Le
estaba diciendo que él no valía para nada que dejase a sus habitantes en paz.
Articuno se enfureció tanto que le dijo a Aqualia con voz siniestra y
grave:-“Tu, por ser tan envidiosa y desagradecida, pagarás tú y todos tus
habitantes a que el Sol lentamente se vaya acercando más y más hacia la Tierra y así poder acabar
lentamente con todos vosotros”-. Articuno furioso, volvió al Sol.
Al final todos los habitantes de la Tierra fueron condenados a
una larga y angustiosa etapa de calentamiento global. Y os preguntareis ¿que
pasó con Articuno? Él vivió feliz y tranquilo junto a otros habitantes del
planeta Mercurio.
Hecho por: Alejandro Ojeda Sangrador 1ºA
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