Soñamos debido a que, hace mucho
tiempo, una pareja formada por Yamontgi, uno de los jefes de su pueblo, y
Maineliar, una campesina bella e inteligente. Trabajaban en una granja al
sureste de Indonesia. Estaban hartos de la rutina diaria, y creían que tenía
que haber una parte del día dedicada al ocio, pero claro, ellos eran pobres y
trabajaban todo el día. Al llegar a casa, se iban a dormir, y así eran sus
días, iguales y aburridos, no salían de la monotonía.
Pero entonces, a Maineliar se le
ocurrió una manera de entretenerse sin perder tiempo, y descansando a la vez,
su idea, fue que, por las noches, sucedieran una serie de actos en nuestra
mente, pero sin nosotros querer, estos hechos, se llamarían sueños, y para que
todo el mundo los tuviese, se subió a lo alto del Everest, la cima del mundo, y
gritó “¡sueños!”, y así, todo el
mundo tendría sueños. Estos reflejaban las cosas que les habían pasado durante
el día, alguna cosa que ellos querían o esperaban y, a veces con una realidad
un poco modificada. En los sueños se podían ver cosas que no existían. En ellos
se puede volar, respirar bajo el agua… cosas que en realidad no podemos hacer,
pero en los sueños sí.
Pero no todo podía ser alegría,
de repente Tolmereus, un rey con mucho dinero y conocido por ser el dios de las
armas y la guerra, decidió inventar las pesadillas, porque según él, sus
esclavos estaban muy distraídos debido a que se dedicaban a contar sus sueños
entre sí, y se les veía felices, cosa que a él no le gustaba, así que subió a
la cima del Everest y gritó “¡pesadillas!”,
y así es como surgieron los sueños y las pesadillas.
Debido a que ahora, la gente
tenía pesadillas, la gente quería matar a Yamontgi y a Maineliar, porque pensaban
que era culpa suya. Emigraron a Norteamérica, donde se asentaron con un pueblo
nativo, los ojibwa, allí, a
Maineliar se le ocurrió hacer un “aparato” para filtrar los sueños. Dejar pasar
los sueños y las visiones positivas, y eliminar las pesadillas, así surgió el
atrapa sueños, que consistía en que las pesadillas de la noche se quedaban en
las plumas del aparato, y por la mañana se quemaban con la luz del sol.
CLAUDIA ORCAJO 1º ESO A
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