EL CUADRO DE LA MONJA

Un Viernes por la tarde, una familia de mudó a una casa en una ciudad oscura y tenebrosa. En la familia estaba la madre, Olivia, el padre, Juan, sus dos hijos mayores, Antonio y Nicolás y, por último, las pequeñas de la familia, dos gemelas de 5 años llamadas Claudia y Jimena. La familia se mudó dispuesta a pasar allí mucho tiempo. En cuanto entraron a la casa, que era negra, oscura y tenebrosa, se dieron cuenta las gemelas de que encima de una chimenea enorme se encontraba un cuadro que casi ocupaba media pared en el que estaba retratada una monja; parecía triste y asomaba por la esquina derecha del cuadro su mano derecha cerrada. La familia no se preocupó y, después de dejar todas las cosas de la mudanza y de buscar la habitación de cada uno, a eso de las diez de la noche, todos se fueron a dormir.

Pero lo que no sabían era que esa noche iba a pasar algo raro. A las tres de la mañana Juan se despertó para beber algo porque tenía mucha sed. Cuando encendió la luz, las gemelas de repente se despertaron y, cinco minutos después de que Juan se fuera a la cocina, se escuchó un grito de pánico. Las gemelas intrigadas fueron a ver qué había pasado con su padre y por qué había gritado de esa manera…. Y cuando entraron en la cocina vieron al padre muerto tirado en el suelo…

Las gemelas creían que se había suicidado porque el padre tenía una mala relación con su mujer y se querían divorciar. Las gemelas despreocupadas se fueron otra vez a la cama pero, diez minutos más tarde, se escucharon tres gritos más y las gemelas se despertaron intrigadas a ver lo que había pasado pero, de repente, cuando encendieron todas las luces, ¡Todo el mundo estaba muerto! Las gemelas, asustadas de miedo, miraron el cuadro de la monja y vieron que la monja estaba feliz y con cuatro dedos de su mano que a estaba cerrada. Las gemelas echaron a correr lejos de esa casa.

Treinta años más tarde una familia inglesa se mudó a esa misma ciudad, a esa misma casa. Pero no sabían que dentro se encontraba el cuadro de la monja triste y con el puño cerrado. No sabían lo que les esperaba….

Paula González  – 1º A